lunes, 29 de noviembre de 2010

En busca de una sociedad distinta: la India

¡Aquí estamos de nuevo queridos lectores! En el número de esta semana hemos querido contar la experiencia de una lectora muy atrevida que hace varios meses decidió irse de ayuda humanitaria a la India. Cada vez son más los jóvenes que deciden hacer un viaje a cualquier parte del mundo con el fin de ayudar un poco a los demás. Hemos hablado con ella y nos ha contado su magnífica experiencia.


Elena Pérez. ¿Cómo surgió la idea de un viaje a la India?

            Estrella Arana: Llevaba bastante tiempo pensando en hacer un voluntariado, pero nunca había encontrado ganas ni tiempo suficiente como para lanzarme a ello. Empecé a pensar que igual era el último verano con tanto tiempo libre y que si empezaba a trabajar después de la universidad, probablemente no querría invertir mi tiempo en ir a un país extranjero para seguir trabajando en una ONG.

Le conté a mi madre mi plan antes que a ninguno de mis amigos y ella me apoyó totalmente. Es más, cuando no encontraba ninguna organización que me convenciese, ella seguía “obligándome” a que siguiera buscando, porque creía que iba a ser una experiencia muy enriquecedora para mí. La decisión de realizar un voluntariado en un país extranjero surgió porque era una experiencia que deseaba hacer en mi vida, y mientras siguiese siendo joven,  no me la quería perder.


E.P.: ¿Por qué ese país y no otro?

            E.A.: Desde el principio siempre pensé en ir a India o a algún país de Latinoamérica como Costa Rica, Perú o Ecuador. Me decidí por India porque pensé que el cambio cultural iba a ser mayor y, por ello, ese choque podría hacer que yo aprendiera más como persona. Buscaba algo totalmente diferente a los lugares en los que ya había estado.



E.P.: ¿De qué forma te planteabas tu viaje, sola, con amigos?

            E.A.: Me apetecía llevar a cabo mi pequeña aventura sola. De hecho, ni siquiera pregunté a ningún amigo si quería acompañarme, porque me apetecía conocer a gente nueva, de distintos países y creía que si iba por mi cuenta, como hacen la mayoría, yo me abriría más al verme obligada a integrarme con todo aquel al que conociera.

E.P.: ¿Cómo conociste de la existencia de la organización con la que fuiste? ¿Cómo te pareció su funcionamiento?

            E.A.: La organización se llama IVHQ (International Volunteer HQ) (inglés) y es como un intermediario entre aquella persona que quiere realizar un voluntariado en algún país de África, América o Asia, dentro de los que se ofertan, y ONGs locales. Éstas suelen trabajar en pequeñas localidades rurales, aunque también hay proyectos en ciudades más grandes como Lima.

            Conocí la organización por Internet y la elegí porque, además de tener la posibilidad de ir India, me gustaron mucho los proyectos en los que se podía trabajar. Al no haber estudiado una carrera como medicina o enfermería, a menudo pensé que no podía colaborar mucho, pero lo único que se busca es gente con ganas de hacer cosas y ayudar de cualquier modo. Me decidí por el “Women Empowerment Proyect” (inglés) o proyecto destinado a las mujeres indias.

            Toda mi relación con IVHQ fue a través de Internet y correos electrónicos. Fueron muy atentos durante todo el tiempo, incluso los días previos al viaje me enviaban emails animándome y diciéndome que no debía estar nerviosa, pues iba a realizar una experiencia que no iba a olvidar.

            Estoy muy contenta con el trato recibido por la organización. Se ocuparon de mí desde que llegué al aeropuerto de Delhi, pero también tenía libertad para pasear por la ciudad y planificarme los fines de semana de la manera que mejor que conviniera para poder viajar por el país.

            En este sentido sí fui un poco loca, porque no tenía referencias de nadie sobre la organización o incluso si ésta no era una estafa. Simplemente me fié de la página web y de los comentarios de las personas que escribían en la página de Facebook. Mis amigos y familiares me preguntaban: “¿conoces a alguien que haya estado ya allí, no?”. Y yo decía que no, pero que no tenía pinta de ser una farsa. Si llegaba al aeropuerto y nadie preguntaba por mí, me cogería un taxi, iría a Delhi y ya volvería.


E.P.: ¿Qué te aportó haber organizado el viaje mediante una organización?

            E.A.: El contactar con una organización es algo esencial, porque ellos mismos tienen experiencia y te envían documentos donde te dan toda la información sobre vacunación, costumbres y demás cosas que debes llevar. Por ejemplo, el papel higiénico es difícil de encontrar allí y es más que aconsejable que lo traigas en la maleta, así como anti mosquitos (especialmente importante en las épocas de monzón), medicamentos, mosquitero, etc.

E.P.: ¿Qué es exactamente lo que hiciste durante tu estancia en la India?

            E.A.: Estuve trabajando en una ciudad llamada Faridabad(inglés) a unos 30 km de Nueva Delhi. Allí viví con una de las familias que se ocupaba de un pequeño orfanato a las afueras. Recogían niños de la estación de trenes de Delhi. Algunos eran huérfanos, pero otros sí tenían padres. La mayoría eran tan pobres que vivían en la calle y no iban al colegio. En el orfanato vivían niños entre 5 y 15 años, solamente chicos.

            Estábamos con ellos cuando volvían de la escuela, hacíamos los deberes de matemáticas, hablábamos y perfeccionábamos inglés, hacíamos la cena y jugábamos. Por las mañanas, junto con otras tres chicas voluntarias como yo, ayudábamos a las mujeres del pueblo a hacer bolsas de papel de periódico. Con ellas sacaban dinero para sus familias; las bolsas se exportaban a tiendas de comercio justo de Norte América, Australia y Reino Unido y con los pequeños beneficios que sacaban de esto podían mantener el orfanato e incluso ir trayendo a más niños para que fueran escolarizados y así intentar darles un futuro.


            Estuve viviendo con ellos un mes, desde mitad de septiembre a mitad de octubre, pero no me hubiera importado quedarme un poco, aunque reconozco que no para toda la vida, porque se echan en falta algunas comodidades que nosotros consideramos básicas, por ejemplo mesas y sillas, ya que comíamos siempre sentados en el suelo y con las manos.


E.P.: ¿Por qué recomendarías este viaje a otros viajeros?

            E.A.: Es una experiencia que te abre mucho los ojos. No solamente por el hecho de tener la oportunidad de ayudar a los demás, sino  porque creo que puede ser la mejor forma de entrar en contacto con las personas de un país extranjero, es decir, viviendo con ellos.

            También creo que no todo el mundo está capacitado para soportar estar en un país en vías de desarrollo. Hay que ir acostumbrándose a ello poco a poco, así que recomendaría que si alguien quisiera hacer un tipo de experiencia como esta lo intentara primero en Latinoamérica  y después, si se quedara con ganas de más, fuera a India o África.

E.P.: ¿Algún inconveniente?

            E.A.: Hay que ir bien preparado y estar muy atento a todo lo que se come y se bebe, pues no puedes beber agua del grifo y comer la comida que no esté cocinada. Por otro lado, hay que vacunarse antes de empezar el viaje (hepatitis A y B, polio, cólera, tétanos) y tomar pastillas contra la malaria.

            La comida es bastante picante y los hinduistas son vegetarianos, por lo que es bastante difícil conseguir carne en las zonas rurales. En las ciudades no hay tantas dificultades, pero probablemente lo único que se pueda conseguir sea pollo. Ternera no come nadie ni se matan, pues la vaca es sagrada, y el cerdo es también prácticamente imposible de conseguir, pues la comunidad musulmana es muy importante en India al tratarse del tercer país con mayor cantidad de fieles a esta religión.

            Aparte de eso, simplemente hay que relajarse y disfrutar, entender que la vida allí tiene otro ritmo. Lo que no se hizo hoy se hará mañana, pues todos los días son parecidos los unos de los otros.


E.P.: ¿Qué fue lo que más te llamó la atención de todo el viaje?

            E.A.: Lo buenas personas que son. No tienen maldad, no pasé miedo en ningún momento del viaje. Lo simpáticos y abiertos que son; que el lenguaje no resulta un inconveniente cuando uno de verdad quiere comunicarse y hacerse entender; la importancia de la mímica entre las personas cuando el idioma no puede llegar más allá…

            Lo fuerte que es su cultura. Y lo más importante, aunque sean más pobres que nosotros, ello no significa que sean más infelices.
                                                                                                 
¡Esperamos que después de leer esta entrevista alguno de nuestros lectores se anime a hacer lo mismo!

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